La planificación fiscal y sus etapas

Por Alejandro Larrodé para Clarín

Cualquiera sea la forma societaria por la cual se encuentra constituida una empresa (sociedad anónima, de responsabilidad limitada, sociedad simple, etc.) y la actividad que desarrolle (agropecuaria, comercial, industrial, etc.), siempre existirán dos y/o tres etapas fundamentales, para realizar una excelente planificación fiscal.

El objetivo fundamental de la planificación impositiva, es aumentar la rentabilidad del negocio aplicando correctamente las distintas alternativas legales, para que los impuestos a tributar, sean el menor importe posible y/o que los mismos puedan pagarse lo más diferido posible en el tiempo.

La primera de las etapas, es la relativa al nacimiento de la empresa. Es decir, su constitución.

Esta comienza con el trámite de obtención de la cuit y el resto de inscripciones necesarias en los distintos Organismos de Contralor y /o Registros, entre ellos AFIP, ARBA, IGJ, DPPJ, etc.

En esta etapa de inicio, es necesario que se planifique fundamentalmente el tipo societario a adoptar y la fecha de cierre de ejercicio.

Por lo tanto, depende bajo qué formas se desarrolle el emprendimiento y de la fecha elegida como cierre de ejercicio fiscal, serán entonces los mayores o menores beneficios impositivos que puedan lograrse, de acuerdo al tipo de actividad a desarrollar.

La segunda etapa, por lo general la que dura “para toda la vida”, es la que coincide con el desarrollo de la actividad de la empresa año a año. Es lo que se conoce como planificación de ejercicio, donde la aplicación oportuna de las herramientas fiscales que convengan en cada año fiscal, se traducirá en beneficio directo para el emprendimiento, ya sea con una menor carga impositiva y/o con diferimiento en el pago de los tributos. Y a veces con una combinación de ambas estrategias legales.

Tal vez en un ejercicio es conveniente realizar contratos de leasing y en otros no; en algún ejercicio formalizar contratos de pastaje y en otros de capitalización; analizar si las personas que ocupan los cargos de dirección están en relación de dependencia o no y tantas otras herramientas de planificación fiscal de ejercicio, que se opten.

Por último, puede existir una planificación de cierre. Esta tercera etapa no siempre sucede, ya que hay empresas que tienen una continuidad por décadas e incluso trasciende varias generaciones. Pero también hay empresas que, por distintos motivos, pueden concluir su actividad.

Para esta etapa, también existen algunas herramientas de planificación al efecto de morigerar la tributación. Por mencionar alguna, las escisiones impositivas, la venta de acciones, entre otras.

Las tres etapas tienen fundamental relevancia. No hay una más importante que otra.

Sí es muy importante, que se planifiquen las cuestiones trascendentales en cada una de las mismas.

Por ello, es fundamental el diálogo constante entre los directivos de la sociedad o su sector administrativo, con el asesor impositivo. Cuanto mayor sea el tiempo que se puedan anticipar los hechos o eventos propios del giro del negocio, mayores serán las posibilidades de evaluar qué herramientas impositivas utilizar, para obtener el mayor rédito posible.

Si bien la planificación es una tarea optativa, hoy se ha transformado en “obligatoria” en las empresas que quieren encontrar un plus de rentabilidad.

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