A pesar de la reacción antiglobalizadora y el proteccionismo recargado por múltiples factores durante los últimos años, los agronegocios se mueven en un ecosistema globalizado sólido e irreversible
En un excelente texto de mediados de los 90, Octavio Ianni destaca que “El descubrimiento de que el mundo se volvió mundo, de que el globo ya no es sólo una figura astronómica, de que la Tierra es el territorio en el que todos nos encontramos relacionados y remolcados, diferenciados y antagónicos, ese descubrimiento sorprende, encanta y atemoriza. Se trata de una ruptura drástica en los modos de ser, sentir, actuar, pensar y fabular. Un evento heurístico1 de amplias proporciones, que estremece no sólo convicciones sino también visiones del mundo”.
Los fenómenos comprendidos bajo el amplio y diverso concepto de globalización abarcan múltiples abordajes, realidades y a casi todas las actividades culturales, sociales, políticas y fundamentalmente económicas.
Dos casos emblemáticos como la presidencia de Donald Trump (2017–2021 y la actual) y el Brexit marcan hitos del resurgimiento del proteccionismo comercial en Estados Unidos y el Reino Unido como respuesta al malestar social y económico generado por la globalización.
Ambos procesos parecen reflejan una reacción antiglobalizadora con raíces domésticas: la pérdida de empleos industriales, la desigualdad social y el desplazamiento de sectores productivos por la competencia de economías emergentes, especialmente China.
Al mismo tiempo un contexto internacional convulsionado por crisis simultáneas —pandemia, guerra en Ucrania, atentados en Medio Oriente, alianza Beijing-Moscú-Irán-Pyongyang— y una crisis de liderazgo occidental han alimentado discursos soberanistas que reclaman “recuperar el control” económico y político.
Pero lo que subyace más debajo de estos contextos son estructuras ya irreversiblemente globalizadas consolidadas en base a la especialización y la construcción de ventajas competitivas sistémicas y específicas de los eslabones críticos de las cadenas de abastecimiento sumado a la tecnología de comunicación que poco reconoce al concepto de fronteras.
En el caso de los agronegocios este fenómeno globalizado es sólido e irreversible y quizás el proceso de producción de una sencilla plantita ornamental en Europa nos ayude a entender cómo funciona.
La producción y comercialización de la flor de Navidad (Poinsettia) representa un ejemplo emblemático del sistema de agronegocios globalizados, donde distintas regiones del mundo aportan etapas específicas de valor, desde la investigación genética hasta la llegada del producto al consumidor europeo.
Todo podría comenzar en los laboratorios de Investigación y Desarrollo de mejoramiento vegetal, ubicados en Stuttgart, Alemania. Allí se llevan adelante programas de mejoramiento genético, orientados a obtener semillas de alta calidad, con mejor color, resistencia, sanidad y durabilidad. Estas semillas constituyen el punto de partida de una cadena de producción mundialmente integrada.
La motivación del viaje iniciaremos junto a esta plantita ornamental se basa en el hecho determinante de que un consumidor en Europa valora y desea tener este producto en su hogar, especialmente en época navideña, pero tiene un límite del valor que está dispuesto a abonar para su compra, si el producto supera aproximadamente los 7 euros el consumidos restringe su compra.
El problema es que en el ecosistema económico de la Comunidad Económica es muy difícil poder lograr una planta en condiciones de venta a costos de producción por debajo a ese valor validado por el mercado (aproximadamente 7 euros por planta) debido a los costos laborales, logísticos y regulatorios.
Así es que la cadena de producción ha ido encontrando procesos de ajuste para encajar la construcción de costos por debajo del número mágico, los 7 euros que el consumidor está dispuesto a pagar.
El primer paso nos va a llevar al corazón de África ya que, desde Alemania, las semillas son enviadas al “cluster” de cultivo del Lago Victoria, en Uganda, donde se realiza la propagación y desarrollo inicial de los plantines. Este cluster reúne empresas especializadas en viveros, logística y control de calidad, lo que permite aprovechar sinergias, reducir costos y mejorar la eficiencia productiva.
En esta primera etapa, el costo de producción suma unos 2,35 euros por planta, que incluye la mano de obra agrícola, el mantenimiento de invernáculos, el transporte interno y los primeros controles fitosanitarios.
Pero en este punto aparece otro problema: los consumidores no están en África sino a miles de kilómetros en el continente europeo, así es que nuevamente la gobernanza de la cadena debe encontrar soluciones para llegar al objetivo.
Y la solución para el próximo eslabón pasa por el Golfo Pérsico donde las plantas viajan desde los invernáculos del Lago Victoria al Aeropuerto Internacional de Dubái, que opera como centro logístico y de consolidación de carga para distintos mercados. En esta escala, el costo total aumenta a 3,90 euros por planta, incorporando los gastos de transporte aéreo, refrigeración, seguros y manejo aeroportuario.
Y en esta ingeniería de logística, en un segundo paso, desde Dubái, las Poinsettias continúan su recorrido hacia Aalsmeer, en los Países Bajos, sede de la Aalsmeer Flower Auction, la subasta de flores más grande del mundo. Allí se agregan costos de recepción, clasificación, subasta, almacenamiento y preparación para la distribución continental, elevando el costo promedio a 4,15 euros por planta.
Posteriormente, las plantas se distribuyen hacia los mayoristas de cada país de la Comunidad Económica Europea, donde se concentran las operaciones de transporte terrestre, acondicionamiento y comercialización minorista. En este punto, el costo llega a 5,50 euros por planta, incluyendo impuestos y márgenes logísticos.
Finalmente, la flor de Navidad llega al consumidor europeo a un precio promedio de 7 euros por planta, reflejando la suma de los costos productivos, logísticos, comerciales y el margen de ganancia del punto de venta minorista.
El caso de la Poinsettia ilustra con claridad cómo una simple planta ornamental recorre miles de kilómetros, atravesando distintas etapas tecnológicas, logísticas y comerciales, donde cada región del mundo aporta un eslabón del valor agregado.
Síntesis del valor agregado por etapas
| Etapa de la cadena | Ubicación | Actividad principal | Costo acumulado (€ / planta) |
| Investigación genética | Stuttgart, Alemania | Desarrollo de semillas mejoradas | 1,11 |
| Propagación y cultivo inicial | Lago Victoria, Uganda | Producción de plantines | 2,35 |
| Consolidación y logística aérea | Dubái, Emiratos Árabes Unidos | Transporte y manejo aeroportuario | 3,90 |
| Subasta y distribución continental | Aalsmeer, Países Bajos | Clasificación, subasta, almacenamiento | 4,15 |
| Comercialización mayorista europea | Países de la CEE | Distribución y acondicionamiento | 5,50 |
| Venta al consumidor final | Europa | Precio de góndola minorista | 7,00 |
El resultado es un producto globalizado que combina innovación genética europea, eficiencia productiva africana, capacidad logística asiática y un mercado consumidor desarrollado, reflejando la interdependencia estructural de los agronegocios internacionales.
Mas allá de las coyunturas y circunstancias actuales hay evidencia clara de que a pesar de la reacción antiglobalizadora y el proteccionismo recargado por múltiples factores durante los últimos años, los agronegocios se mueven en un ecosistema globalizado sólido e irreversible.
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Victor Piñeyro, Ingeniero Agrónomo
Gerente de Agronegocios de BL&Cia.
- Heurística: se refiere a la disciplina, el arte o la ciencia del descubrimiento. ↩︎
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