
Pocas industrias como la agricultura pueden mostrar cambios tan dinámicos y una tasa creciente, diversificada y robusta de los orígenes de su demanda.
La agricultura es una de las industrias que más cambios ha experimentado en las últimas décadas, impulsada por la economía, la tecnología y la sociedad global. Ya no se limita a la producción de alimentos básicos: hoy responde a nuevas y crecientes demandas que abarcan energía, materiales, calidad diferenciada y sostenibilidad.
Pero hagamos un rápido recuento de cuales han sido los factores que desencadenaros esos cambios.
- El rol de China en la dinámica global
Desde fines de los años 70, las reformas económicas impulsadas por el Partido Comunista transformaron a China en motor del consumo mundial. La expansión de su clase media trajo consigo un incremento en la ingesta de proteínas animales, lo que multiplicó la demanda de granos forrajeros y oleaginosos.
El efecto fue contundente a inicios del siglo XXI, cuando China pasó a liderar las importaciones de materias primas y comenzó a asegurarse el control de las cadenas de abastecimiento global mediante compras y acuerdos estratégicos. - Crecimiento poblacional y mejora de dietas en emergentes
Al compás del crecimiento global, el resto de los países emergentes también mejoraron su poder adquisitivo y, en consecuencia, la calidad de sus dietas. La mayor incorporación de proteínas animales en mercados con fuerte crecimiento poblacional significa millones de nuevos consumidores que, de forma indirecta, aumentan la necesidad de más granos y derivados. - Sofisticación alimentaria en países desarrollados
En economías donde la población se mantiene estable o en descenso, la agricultura encontró nuevas oportunidades gracias a la sofisticación del consumo. Allí se destacan los alimentos gourmet, las producciones con denominación de origen, los productos funcionales y el mercado de mascotas.
Europa lidera este proceso, con una fuerte exigencia en trazabilidad, certificaciones y estándares de calidad, lo que genera nichos de mercado de alto valor agregado para los países exportadores. - Bioenergía: biocombustibles y biomasa
Aunque los biocombustibles existen desde fines del siglo XIX, su desarrollo quedó relegado frente a los combustibles fósiles durante el siglo XX. Sin embargo, las crisis petroleras y los problemas ambientales reactivaron su impulso.
Brasil se consolidó como líder mundial en etanol desde los años 70, mientras que EE. UU., después del 11/9, destinó gran parte de su producción de maíz a este fin.
En los últimos años se consolida una nueva generación de biocombustible como los SAF (Combustible Sostenible de Aviación, por sus siglas en inglés Sustainable Aviation Fuel) y HVO (Aceite Vegetal Hidrotratado) son ejemplos que muestran la magnitud de la transformación energética en curso.
La biomasa también se afirma como alternativa: el caso de Ticino (Córdoba), que genera toda su electricidad a partir de la cáscara de maní, y los numerosos casos de tambos y otras granjas que están reciclando sus efluentes para producir energía ilustra cómo la agricultura puede convertirse en proveedor directo de energía sostenible. - Bioplásticos
La sustitución de plásticos derivados del petróleo por materiales vegetales avanza a gran escala. Textiles, envases, botellas, contenedores y autopartes ya integran estos bioplásticos que ofrecen bajo peso, resistencia y menor impacto ambiental.
Empresas automotrices globales los utilizan en autopartes y Goodyear proyecta reemplazar derivados del petróleo por aceite de soja para la fabricación de sus neumáticos para 2040. La tendencia confirma la creciente interconexión entre agricultura e industria. - Acuicultura
El cultivo de peces y mariscos ya superó a la pesca tradicional como principal fuente de proteínas de origen acuático. Este cambio no solo garantiza un suministro más estable, sino que también fortalece el vínculo con la agricultura, ya que los granos y subproductos vegetales forman parte esencial de los alimentos que consumen estas especies.
La acuicultura se convierte así en un pilar de la seguridad alimentaria global y en una nueva fuente de demanda agrícola. - Servicios ecosistémicos y culturales
La agricultura moderna no solo produce bienes tangibles, también aporta servicios ecosistémicos clave: captura de carbono, conservación de biodiversidad, preservación de agua y suelo fértil.
A esto se suman los servicios culturales: turismo rural, contacto con la naturaleza, recreación y valoración paisajística, que generan nuevas oportunidades de ingresos para productores y comunidades rurales.
Los cambios descritos muestran que la agricultura mundial atraviesa una transición de gran magnitud. La producción ya no se mide solo por volúmenes, sino también por la capacidad de ofrecer valor agregado, sostenibilidad, trazabilidad y diversificación.
La oportunidad es única, Argentina cuenta con ventajas competitivas para insertarse en este escenario y satisfacer esta inédita demanda, pero debe fortalecer su innovación, mejorar su institucionalidad y consolidarse como proveedor integral de soluciones agroindustriales.
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Victor Piñeyro, Ing. Agr., Gerente de Agronegocios de BL&Cia.
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